Ultzama ‘Humanizar la ciudad’

Arquitectos, alumnos y profesionales se unen para debatir sobre la ciudad en un entorno natural

Campus Ultzama: Humanizar la ciudad

La Fundación Arquitectura y Sociedad promueve cada año un espacio de reflexión para arquitectos de todo el mundo en las instalaciones del Centro Ecuestre Robledales de la Ultzama, situado junto al río del mismo nombre y en un paraje considerado como uno de los más característicos de la Navarra húmeda.

El lema ‘Humanizar la ciudad’ engloba 8 ediciones de Encuentros desde 2009 y 6 ediciones del Campus desde 2017.

En los Encuentros Ultzama arquitectos de distinta procedencia y profesionales vinculados a la construcción se unen para debatir sobre la ciudad en un entorno natural. Desde 2013 se celebra de forma bianual y reúnen a profesionales consolidados, con una obra madura, junto a otros que comienzan a destacar en el panorama arquitectónico por la gran calidad de sus primeras obras o actividad académica.

El Campus Ultzama es un workshop internacional para estudiantes de arquitectura impulsado en 2017 por la Fundación Arquitectura y Sociedad junto con Nasuvinsa, en representación del Gobierno de Navarra, con el objetivo de conformar un foro de reflexión, debate y propuestas innovadoras sobre una nueva arquitectura y un urbanismo sostenible al servicio de las necesidades concretas de la ciudadanía. Cuenta también con la colaboración de la Fundación Arquia con la concesión de 2 becas dentro de su convocatoria anual.

La ubicación

El Centro Ecuestre los Robledales de Ultzama, obra del arquitecto y economista Francisco Mangado, se encuentra en el centro de uno de los valles más húmedos del norte de Navarra, a 18 km. al norte de Pamplona. Un valle de colinas suaves pero robustas, donde el pasto verde y los robles configuran un paisaje de fuerte carácter cuyo color va cambiando según las estaciones. Un valle poblado según un sistema de pequeños núcleos relativamente cercanos, que se configuran de una manera solo aparentemente aleatoria. Con edificaciones potentes, de grandes volúmenes unitarios y aislados que parece que se tocan, pero que en realidad luchan unos con otros por demostrar su rotundidad arquitectónica.

Una rotundidad que nace de la climatología existente, pero también de un sistema productivo, el ganadero, que antaño obligaba a alojar en la casa a todos, habitantes y animales. Una rotundidad en la que siempre destaca la cubierta como elemento unificador de los distintos contenidos. La rotundidad, en definitiva, del “caserío navarro”.